viernes, 4 de noviembre de 2016

Olvido y Miseria

Crítica Filosófica sobre la obra

El Coronel no tiene quien le escriba

Gabriel García Márquez


Se respira un aire de pobreza y conformismo,  Latinoamérica, vive un estancamiento en el tiempo, bajo el solapado término de “pueblo tradicionalista” pero me pregunto ¿a que se refiere este término? Será acaso la forma en cómo el gobierno busca anular el sentir de estos hombres y mujeres, dorados por el sol, corrugados por el pasar del tiempo, con olor a ropa vieja y calzados de piel.

 La obra narra la vivencia de un coronel y su familia que inmersa en este tipo de pueblos tradicionales y sometidos bajo la nulidad de un gobierno desinteresado, por la realidad, de sus pueblos, se olvida de su existencia y sus necesidades de primera mano (salud).
La espera, es una de las grandes virtudes o cualidades que posee el ser humano, más, esta espera, no debe caer en el conformismo eterno. La realidad que nos presenta el autor de frente a la larga espera que viven muchos de nuestros ancianos, que luego de ofrecer una vida al servicio, no reciben una merecida recompensa, y pasan el mucho o el poco tiempo de su existencia, anhelando mejorar su calidad de vida, no esperan grandes recompensas, ni reconocimientos de papel, buscan y reclaman en el silencio, tan solo un plato de comida al día, ropa para el domingo.

Como bien es sabido, los fondos de pensión se tornan injustos para muchos y oportunidad de riqueza para pocos, mientras unos con casi 60 años de trabajo o más, esperan por una pensión que alcanzará en el mejor de los casos los $150 USD mensuales otros con tan solo 30 años disfrutan de lujosas pensiones, que alcanzan a sumar en un mes hasta 10 años o hasta más, de las más humildes, por el simple hecho de haber ocupado un cargo político durante una administración, (de 4 a 6 años) mientras que el obrero y el campesino, con su torso descubierto se deja abrazar por el incandescente sol, para lograr pensiones ridículas que les permita subsistir a ellos y sus familias, y sí, digo subsistir, no vivir

La espera de nuestro protagonista refleja las largas filas, los complejos y burocráticos trámites, que debe de afrontar, aquel hombre, aquella mujer, que ya desgastados por el pasar de los años, se someten a estos procesos, largos que en algunas ocasiones no encuentra una respuesta pronta y se convierte en un ir y venir, tal cual bajaba el coronel al pueblo en busca de la carta que nunca llegaba.
Y es en esta espera donde la familia inmersa en la pobreza se deja envolver por la miseria, conformando pueblos olvidados, olvidados por las ciudades emergentes, producto de la globalización, obligándoles a huir de sus tierras fértiles, para abonar los campos con el concreto, la belleza y la estética, sepultando los recuerdos y el sudor del labriego.

Mientras la enfermedad producto de las condiciones inhumanas van acabando con las oportunidades y los sueños, buscando cualquier salida, depositando su confianza en valores pasajeros, como el gallo de su hijo, herencia, que le trae una esperanza fugaz y perenne recuerdo, pues fue por este animal y su fe en el, que lo llevaron a perder la vida, en la muerte de este joven se plasma las ilusiones, los anhelos, que luego de vender lo poco que tienen no queda más que plasmar, en el lienzo de la vida, el nombre para que cuando llegue el momento, de la vida, que se negaba a dejar de vivir, sea capaz de reconocer, la necesidad y el deseo por seguir viviendo, aun en medio de la crónica de una muerte anunciada.

El hambre, el frío, la enfermedad y la pobreza extrema, suman cada día, su caudal, que al llegar el calor de la desesperanza, se evapora, y corre veloz a través del viento, abraza y habla al oído de quienes inmersos en el correr del tiempo, la globalización, han perdido la capacidad de mirar el entorno, de escuchar, de sentir el pasto bajo los pies descalzos, individuos, ya no seres humanos, pues se han olvidado de la esencia de este ser que basa, su existencia en la relación con los demás, pues, por su naturaleza es un ser social, que cambia el abrazo por un emoticón, o bien exclamar un te quiero o un te amo, por estúpidas abreviaturas sin sentido, sí, hemos perdido una sociedad donde los vecinos se conocían y llamaban por el nombre, con más razón que nos va a importar si está vivo o está muerto.
Las vivencias de dictaduras solapadas a la luz de socialismos extremos, están sometiendo a pueblos latinoamericanos que en el pasado lucharon, derramando vidas, en búsqueda de libertad, que diría nuestro héroe latinoamericano, Simón Bolívar, El libertador, que pudiendo hacerse al margen de la realidad de su tiempo, debido a sus condiciones socioeconómica, decide empuñar las armas y con coraje defender la causa de los más débiles, de frente a las dictaduras de la época, el autor narra un pueblo que vive en toque de queda, donde no es libre de expresar lo que siente y clandestinamente se hace circular un boletín con noticias, de Europa y el país,  pero nunca se hace circular un boletín con el acontecer y la denuncia a lo que se vive. El conformismo, consuelo de tontos, oscuridad al anochecer, enfermedad para las naciones muerte para los que esperan la muerte, fracaso en la guerra, debilidad de la oportunidad, tan solo me pregunto que opinaría el libertador y muchos de los que juntando su sangre consiguieron la libertad de los pueblos hoy oprimidos por su propia aceptación.


Olvido y miseria, definen un pueblo tradicionalista, inmerso en la soledad y la corrupción, que roba el corazón de Latinoamérica, aun antes de que este deje de latir, pues no lo puede comprar, como no se puede comprar la alegría, las nubes o el sol, y la vida  que se carga de esperanza. Pues nunca hay un mañana sin que la negra noche lo cubra todo.

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