Olvido y Miseria
Crítica Filosófica sobre la obra
El Coronel no tiene quien le escriba
Gabriel García Márquez
Se respira un aire de pobreza y conformismo, Latinoamérica, vive un estancamiento en el
tiempo, bajo el solapado término de “pueblo tradicionalista” pero me pregunto ¿a
que se refiere este término? Será acaso la forma en cómo el gobierno busca
anular el sentir de estos hombres y mujeres, dorados por el sol, corrugados por
el pasar del tiempo, con olor a ropa vieja y calzados de piel.
La obra narra la
vivencia de un coronel y su familia que inmersa en este tipo de pueblos
tradicionales y sometidos bajo la nulidad de un gobierno desinteresado, por la
realidad, de sus pueblos, se olvida de su existencia y sus necesidades de
primera mano (salud).
La espera, es una de las grandes virtudes o cualidades que
posee el ser humano, más, esta espera, no debe caer en el conformismo eterno.
La realidad que nos presenta el autor de frente a la larga espera que viven
muchos de nuestros ancianos, que luego de ofrecer una vida al servicio, no
reciben una merecida recompensa, y pasan el mucho o el poco tiempo de su
existencia, anhelando mejorar su calidad de vida, no esperan grandes
recompensas, ni reconocimientos de papel, buscan y reclaman en el silencio, tan
solo un plato de comida al día, ropa para el domingo.
Como bien es sabido, los fondos de pensión se tornan
injustos para muchos y oportunidad de riqueza para pocos, mientras unos con
casi 60 años de trabajo o más, esperan por una pensión que alcanzará en el
mejor de los casos los $150 USD mensuales otros con tan solo 30 años disfrutan
de lujosas pensiones, que alcanzan a sumar en un mes hasta 10 años o hasta más,
de las más humildes, por el simple hecho de haber ocupado un cargo político durante
una administración, (de 4 a 6 años) mientras que el obrero y el campesino, con su
torso descubierto se deja abrazar por el incandescente sol, para lograr
pensiones ridículas que les permita subsistir a ellos y sus familias, y sí,
digo subsistir, no vivir
La espera de nuestro protagonista refleja las largas filas,
los complejos y burocráticos trámites, que debe de afrontar, aquel hombre, aquella
mujer, que ya desgastados por el pasar de los años, se someten a estos
procesos, largos que en algunas ocasiones no encuentra una respuesta pronta y
se convierte en un ir y venir, tal cual bajaba el coronel al pueblo en busca de
la carta que nunca llegaba.
Y es en esta espera donde la familia inmersa en la pobreza se
deja envolver por la miseria, conformando pueblos olvidados, olvidados por las
ciudades emergentes, producto de la globalización, obligándoles a huir de sus
tierras fértiles, para abonar los campos con el concreto, la belleza y la estética,
sepultando los recuerdos y el sudor del labriego.
Mientras la enfermedad producto de las condiciones inhumanas
van acabando con las oportunidades y los sueños, buscando cualquier salida,
depositando su confianza en valores pasajeros, como el gallo de su hijo,
herencia, que le trae una esperanza fugaz y perenne recuerdo, pues fue por este
animal y su fe en el, que lo llevaron a perder la vida, en la muerte de este
joven se plasma las ilusiones, los anhelos, que luego de vender lo poco que tienen
no queda más que plasmar, en el lienzo de la vida, el nombre para que cuando
llegue el momento, de la vida, que se negaba a dejar de vivir, sea capaz de reconocer,
la necesidad y el deseo por seguir viviendo, aun en medio de la crónica de una
muerte anunciada.
El hambre, el frío, la enfermedad y la pobreza extrema,
suman cada día, su caudal, que al llegar el calor de la desesperanza, se
evapora, y corre veloz a través del viento, abraza y habla al oído de quienes
inmersos en el correr del tiempo, la globalización, han perdido la capacidad de
mirar el entorno, de escuchar, de sentir el pasto bajo los pies descalzos, individuos,
ya no seres humanos, pues se han olvidado de la esencia de este ser que basa,
su existencia en la relación con los demás, pues, por su naturaleza es un ser
social, que cambia el abrazo por un emoticón, o bien exclamar un te quiero o un
te amo, por estúpidas abreviaturas sin sentido, sí, hemos perdido una sociedad
donde los vecinos se conocían y llamaban por el nombre, con más razón que nos
va a importar si está vivo o está muerto.
Las vivencias de dictaduras solapadas a la luz de
socialismos extremos, están sometiendo a pueblos latinoamericanos que en el
pasado lucharon, derramando vidas, en búsqueda de libertad, que diría nuestro héroe
latinoamericano, Simón Bolívar, El libertador, que pudiendo hacerse al margen
de la realidad de su tiempo, debido a sus condiciones socioeconómica, decide
empuñar las armas y con coraje defender la causa de los más débiles, de frente
a las dictaduras de la época, el autor narra un pueblo que vive en toque de
queda, donde no es libre de expresar lo que siente y clandestinamente se hace
circular un boletín con noticias, de Europa y el país, pero nunca se hace circular un boletín con el acontecer
y la denuncia a lo que se vive. El conformismo, consuelo de tontos, oscuridad
al anochecer, enfermedad para las naciones muerte para los que esperan la
muerte, fracaso en la guerra, debilidad de la oportunidad, tan solo me pregunto
que opinaría el libertador y muchos de los que juntando su sangre consiguieron
la libertad de los pueblos hoy oprimidos por su propia aceptación.
Olvido y miseria, definen un pueblo tradicionalista,
inmerso en la soledad y la corrupción, que roba el corazón de Latinoamérica, aun
antes de que este deje de latir, pues no lo puede comprar, como no se puede
comprar la alegría, las nubes o el sol, y la vida que se carga de esperanza. Pues nunca hay un
mañana sin que la negra noche lo cubra todo.
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